El tiempo se prende al mármol como la estela de un recuerdo se dibuja en la mente. Los sitios pasan tal cual las voces y sus lenguas, los olores de la vida, el adiós o el amor que estuvo a nuestro lado en el mismo tren.

viernes, 18 de mayo de 2012

fotografía escrita (a modo de ensayo)



Tal vez sugestionado por el lugar, percibí el silencio de las lápidas, y de la tierra mansa. La paz extrema era quebrada apenas por el sonido de mis pasos lentos y el idioma ligero de los pájaros. El camposanto pequeño, apretado por sus paredes bajas, me hizo pensar en el significado de esta palabra que suaviza el rigor doloroso de los cementerios. Última morada de un pueblo, pintura sencilla de respeto y adiós transitorio, al que todos estamos sujetos.
Aquí sobra espacio para otros cien años, me dije, huecos que dejó la emigración hacia los centros urbanos, en alguna depresión económica, cuando ser campesino reflejaba sacrificio y pesares, y alegrías a veces pasajeras.
Entonces la comarca se fue despoblando, dejando decrépitas las paredes y vacíos los surcos, donde antes era lino, trigo, maíz, y crecían hijos.
Al final de un camino prolijo que recorro buscando historias, marchando en bicicleta, perdura con nuevos aires el sueño de los fundadores italianos, Cavour. Las casas antiguas mostrando su orgullo todavía erguido junto a las actuales, de templo frente a la plaza, de escuela con gorjeos y promesas de niños. En el extremo norte del trazado, en un rincón que parece perderse en el tiempo, yace la primera escuelita, herida por los años, custodiada por un ombú centenario que sigue robusto y verde, arraigado al suelo con sus raíces nobles y fuertes, como en su mejor edad que dejó testigos.
Hacia el Este, cerrando mi fotografía escrita, lamento la vieja cancha del Atlético, ausente de público, pelota y jugadores, camisetas rivales y goles, que sin motivos para despertar, permanece moribunda.
Guardé, en las éstas líneas finales, un puñado de nombres, personas que no he conocido; Pirola, Goddio, Longoni, Widder, Ghelfi, Arnold, Barlasina, Cammisi, entre otros. Gente que dejó señales de amor, trabajo y esperanza, cumpliendo el ciclo de la vida, poniendo música humana donde había sido la nada.                                                                                                       (Texto y fotografías de José López Romero)                     
                                             
                                                                      

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